A
tenor por los comentarios que recibo en tweets o emails, juzgo que me
tenéis por alguien creativo (sí) y con gran habilidad manual para
desarrollar esas ideas tan chulas que mi mente maquina (mmm… no).
No
vengo a tirar piedras sobre mi tejado, alejando cualquier posibilidad
de ser contratada por alguien gracias a mis dotes artísticas, sino a
seguir invitándoos a elaborar vuestros propios materiales, ESO SÍ,
advirtiendo, amigablemente y de manera desinteresada, de los riesgos
físicos y morales que conlleva aventurarse en el (aparentemente
ingenuo) mundo del diseño, plastificado o corte de vuestras ideas.
Podréis pensar que exagero. Já. Ilusos. Seguro que sois los mismos
que os criasteis con Art Attack y pineáis cosas muy cuquis en
Pinterest, ignorando el sufrimiento (o Photoshop) que hay detrás de
cada una de ellas.
Queda
más que claro, 13 meses de blog y 15 entradas después, que no me
gusta usar únicamente el libro de texto y los materiales al uso que
encontramos para impartir idiomas (como por ejemplo, un listening).
Que yo lo que quiero es molar fuerte y hacer mis propias actividades
y juegos. Que no me importa perder tiempo y hasta dinero porque la
sonrisa de un alumno bien lo vale. Y que, hasta ahora, el tiempo no
me ha quitado la razón porque mis alumnos (niños, adolescentes, con
más nivel o con menos) adoran las clases y se entusiasman ante la
novedad de las actividades, ya sea hacer fotos, dibujar o comer
lacasitos.
Me
sigue pareciendo todo muy bien. Y a no ser que una editorial me
ofrezca un contrato con más ceros que el de CR7 por usar solamente
sus libros, hablar bien de ellos por aquí y olvidarme de innovar y
tener mis propias ideas, lo seguiré manteniendo.
Ahora,
nunca he dicho que sea fácil.
Barrunto
desde hace semanas la idea de celebrar unas Olimpiadas de
juegos de mesa (qué bien suena, lo pondría con una fuente
glitter si supiera) la última semana antes de las vacaciones. La
idea es dividir a los alumnos en cinco equipos y que vayan rotando
por diferentes espacios de la clase jugando a:
- El
Memory
- El
UNO
- El
Dominó
Hace
falta una organización espartana y la presencia de mínimo dos
adultos de paciencia infinita, ya que el jaleo que se puede montar en
el aula puede ser antológico. Os recuerdo que mis alumnos más
mayorcetes tienen 9 años.
Obviamente,
todos los juegos tendrán una parte didáctica relacionada con el
español. ¿Cómo hacerlo? O bien buscando materiales ya preparados
para tal efecto (ej: dominós con imágenes y palabras en español) o
bien fabricándolos una misma, tras comprobar, desolada, el
estepicursor (así se llama la pelotilla que rueda por el oeste) que
nos aparece en pantalla después de buscar por Pinterest y webs
varias. Amig@s, el inglés lo tiene todo copado. Al menos en la
primera web.
Se pueden adaptar ideas que vayas encontrando en inglés al español. Es una idea.
Pero
si lo que te gustan son las emociones fuertes de verdad entonces,
sólo entonces, proponte hacerlo todo tú sola desde el principio. Adaptar varios juegos de cartas de toda la vida, solo que añandiéndole el vocabulario en español. A mí, una tía que para un viaje a Londres en marzo se echó el bikini por si acaso, a optimista no la gana nadie. O eso pensaba.
Tuve
esta aventurera idea una tarde de domingo de esas que no sabes muy
bien qué hacer. Tus compañeros de piso tienen un malestar
general producido tras la excesiva ingesta, la noche anterior, de
productos etílicos de órdago y la tele aquí a esas horas
es aún más aburrida si cabe que el programa de la Campos. En mi
cabeza, hacer unas cartas UNO con el color y el número escrito en
español, sonaba fácil. Nada, una horita de piktochart (total, es
copiar y pegar todo el rato pero en cuatro colores diferentes),
imprimir, plastificar y cortar. Parecía el señor de la barba de
Bricomanía, así, rapidico y fácil todo.
Os
podéis poner hilo
musical para ambientar la lectura de los pasos. Veréis
cómo con ella de fondo parece que todo se simplifica.
PASO
1:
Diseñar en Piktochart (este
os lo ahorro, tranquilos)
La
hora, hora y media, que calculé para diseñar las cartas, se tornó
fácilmente en tres. Piktochart, o yo, o los dos, estábamos
puñeteros ese día y los vectores se me movían, las fuentes me
descuadraban, yo perdía la cuenta y no sabía si ahora venía un 8 u
otra vez un 7 y la cabeza empezaba a calentarse. Varios insultos
hacia la pantalla y algún tic en los ojos, tipo Martes y 13 después, acabé.
PASO
2: Imprimir.
Folio
a folio, a todo color. Tarea que no gustó a la impresora del piso a
partir de la copia nº6, ya que empezó a sacarme los colores a
rayas, la muy HP (las siglas no son casualidad). Y claro, qué son
unas cartas Uno sin colores claros, contundentes y llamativos. Pues
unas cartas Uno muy feas. Así que repetí la tarea hasta que obtuve
mis 12 copias relucientes y rebosantes de rojo, verde, azul y
amarillo.
Ya
con mis flamantes cartas impresas (o imprimidas) y guardadas en una
carpeta, vaya a ser que se me arruguen (jaja, ilusa, si supiera la
que me esperaba), me dirigí toda ufana a la escuela, que me deja
plastificar todo lo que me dé la gana de balde.
PASO
3: Plastificar y Cortar. (ATENCIÓN, PASO CRÍTICO).
No
sabía que una simple máquina, de una aparente sencillez, pudiese
generar tanto sufrimiento. Físico y mental, porque me quemó las
yemas de los dedos y luego destruyó la mitad de las cartas. Seguro
que también era HP, como la impresora.
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Y así es como se sufre un microinfarto sin antecedentes cardiopatológicos en la familia un lunes a las 10.05 de la mañana.
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Una
de las profesoras que merodeaba por la sala de profes y que fue
testigo de mi agonía, me facilitó su código secreto para hacer
fotocopias a color. Un lujo no al alcance de cualquiera en cualquier
escuela pública que se precie. Así que rehíce las copias que
plastifiqueitor destruyó sin compasión y pude solventar el
problema. Al segundo intento lo llamé Plastifiqueitor 2: La
Venganza.
PASO
4: cortar las cartas.
Siguiente
y aparente último paso. Para tal efecto está Masico, que
aunque tenga nombre de princesa triste japonesa no es otra cosa que
la guillotina de toda la vida, pero para los franceses. (Ya ves,
fueron ellos quienes la inventaron y ahora la llaman por ese nombre
tan cuqui). Me las prometía muy felices. Parecía sencillo antes de
bajar la palanca, ignorando que por unos centímetros de nada podría
cargarme toda la esencia del juego. Efectivamente, a medida que iba
cortando, caí en que cada una me estaba saliendo a su bola,
rompiendo esa homogeneidad obligatoria de los juegos de cartas. Si
todas no son idénticas, el adversario puede acabar reconociendo tus
cartas. Música dramática de fondo, again.
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Drama. |
Me
tocó repasar con las tijeras aquellas que se diferenciaban demasiado
de sus hermanas. Cuando parecía que el fin se acercaba, que algo así
como Carros de fuego comenzaba a sonar, lo vi. Ay, no. No me jo*#s….
El
reverso se transparentaba. Vamos, que mirando la carta al revés se
intuía perfectamente que lo que tiene tu contrincante es un 9 verde
de manual.
Solté
un finolis «Aaaah, la vache !» (vendría
a ser como un «ostras» a la francesa) que en mi
interior sonó como un meca*oenlap#ta.
Total,
que aquí estoy, con un fajo de cartas Uno monísimas, logradas,
divertidas a la par que didactiquísimas, pero con las que no se
puede jugar porque tu adversario sabe lo que tienes entre manos.
Ante
tal apocalipsis now, he hecho lo siguiente:
Pensar
en forrar el reverso con cinta adhesiva negra.
Pensar
en pintarlo con rotulador indeleble.
Abandonar
ambos pensamientos al caer en la cuenta de que tenía que hacer eso
mismo más de 100 veces.
Caer
en la cuenta de que lo mejor será pegarlas todas sobre papel
adhesivo opaco y cortarlas una a una.
- Atarlas
con una goma de pollo, meterlas en el cajón y encender la tele, ya
buscaré el papel ese, pagaré la millonada que debe valer al tener
el noble honor de venderse en París, y finalizaré esta tortura
otro día.
BRICONSEJO: Por
el amor de dios, imprimid en cartulinas o pegad inmediatamente un
folio de color detrás antes de plastificar. Repito: pegadlo, no lo
pongáis ahí sin más, que cuando cortéis después de plastificar
volverán a separarse. (Parece un consejo obvio, pero en mi cabeza no
era tan evidente).
2º
BRICONSEJO: Si sois unos insensatos que habéis obviado el
consejo anterior, o corréis la misma suerte que yo, a la hora de
cubrir el reverso, cuidad que sea siempre de manera idéntica en
todas las cartas o de lo contrario se podrían diferenciar entre
ellas y fastidiar el juego.
Si
os va la marcha, si estáis muy locos y todavía os sigue pareciendo
una buena idea, aquí os podéis descargar las cartitas. El primer
paso lo pone la casa. El resto ya es cosa vuestra. De los cortes con
la guillotina no me hago cargo.
Truqui: si picáis a la imagen en Pinterest (hay doce en total), os saldrán en tamaño real.
No
intentéis hacer un dominó solos, a no ser que seáis Licenciados en
Matemáticas con un Máster en Probabilidad y Estadística. No es
broma. Parece sencillo, asequible, lógico. Pues no. Eso, o que yo no
estuve muy atenta en clase a finales de la Eso, porque hasta que no
encontré este vídeo no pillé el mecanismo. Yo pensaba que con hacer la pareja de cada dibujo/palabra, ya servía, pero no. Después
de ver el vídeo, cambié los números por las frutas y ya todo, el dominó y mi vida, volvieron a cobrar sentido.
Mi
compañero de piso se preocupó al verme repetir en voz alta
limón-naranja-cereza-sandía-limón-naranja-cereza-sandía mientras
anotaba en una libreta con los ojos inyectados en sangre. Debió
pensar que tengo algún problema de ludopatía con las tragaperras.
Aquí
os dejo el dominó frutal que me ha quedado después de varias horas,
algunas lágrimas y un par de Ibuprofenos y paquetes de Oreo:
Está
pensado para alumnos a partir de 7-8 años. Lo he hecho así para que
cada alumno lo coloree y recorte y tenga su propio dominó para jugar
en casa.
RECOMENDACIÓN:
ya sabéis, imprimidlo en cartulinas o papel muy grueso, que al
colorear, se transparenta y volvemos al drama anterior.
Este
sí que no tiene ningún misterio. Como veis, no me he centrado en
ningún campo semántico en particular, para dar más sensación
de follón mental al juego, que de eso se trata.
Piezas
A:
Piezas B:
Como
siempre, cuidadito al recortar y con las transparencias. Aquí más
grande. Y aquí.
EL
LINCE ya sabéis que es un juego de mesa comprado. Mi
adaptación consistirá en crear fichas, con la imagen original que
deben buscar en el tablero, pero acompañada de la palabra en
español. El juego es el mismo, quien antes encuentre la imagen en
el tablero, se la queda, pero de paso van asimilando vocabulario sin
traducir, directamente desde la imagen.
- Y
EL RETO DE LOS LACASITOS ya lo conocéis. Aprovecharé para
repasar colores, números y saludos, que es el complejo léxico que
nos ha ocupado estas semanas en 1º de Primaria.
En
fin, por muy dramática que os haya resultado esta entrada, de
verdad, no me hagáis ni caso. Seguid pegándoos las
yemas con cola, indignándoos con seres inertes y sobre todo, dejando
volar vuestra imaginación.
De
profes imaginativos, alumnos creativos (y blogs como este).